miércoles, 11 de diciembre de 2013

DETENIDA UNA FAMILIA EN FRANCIA PARA SER DEPORTADA

Dibrani, una joven de 15 años, se dirigía con sus compañeros de clase y sus profesores el pasado día 9 de octubre a visitar la ciudad de Sochaux, cerca de la frontera suiza, cuando fue detenida para,posteriormente, ser deportada a Kosovo junto a su familia. Este fue el hecho que ha provocado la repulsa de gran parte de la sociedad francesa, dando lugar a varias movilizaciones con miles de manifestantes. El ministro del interior francés, Manuel Valls, tenía una dura respuesta para ello:"la única línea posible es el cumplimiento firme del derecho". Ante el sentimiento de indignación de los manifestantes, respondió que "la emoción no puede ser la brújula que guíe una política".
Con casos como éste, pareciera que es necesario que un suceso nos toque la fibra sensible para que reflexionemos y seamos conscientes de realidades sociales, políticas y económicas. Y es que la migración es un fenómeno indisoluble de la división del mundo en fronteras, el levantamiento de muros entre países, y la división internacional del trabajo. Las mismas personas que en pleno auge de la burbuja económica española promovían el odio al inmigrante que llegaba en busca de un futuro mejor pueden ser las mismas que tuvieron un abuelo que se marchó desesperado en la posguerra durante la etapa franquista, o que alguien de su generación, quizás algún hermano investigador, esté ahora mismo viajando a algún lugar en el que se invierta más dinero en I+D+i. Estas conductas racistas, en mi opinión, deberían cesar dentro de cualquier movimiento que aspire a emancipar en cualquier aspecto a la mayoría social, ya que divide y no une. Es por eso que quiero dejar recogido en este texto una de las consignas que se gritan en las manifestaciones, que une y no divide: "¡Nativa o extranjera, la misma clase obrera!. Pues el proceso de cambio social es difícil y no podemos dividirnos, ni buscar enemigos en razas, colores de piel, o sexos distintos. Por ello quiero mandar todo mi apoyo a los compañeros y compañeras de clase de Dibrani, que vieron cómo detenían a su compañera y amiga para expulsarla lejos de su casa y, indignados, salieron junto con miles de jóvenes a protestar a las calles.

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